Julio Palmaz, el argentino que revolucionó la cardiología inspirado en una pieza de metal que un albañil olvidó en su casa
Tim O'Callaghan - BBC World Service, Serie "Witness History" | Domingo 16 noviembre, 2025
"Fue como un rayo. Empecé a pensar en ello en ese mismo momento, y ya estaba haciendo dibujos de regreso a casa en una servilleta en un avión".
Eso le cuenta a la BBC el doctor Julio Palmaz al recordar lo que le ocurrió en 1978 tras asistir a una conferencia de Andreas Grüntzig, el autor de la primera angioplastia coronaria exitosa.
Lo que el cardiólogo alemán había hecho era introducir un balón inflable al extremo de un catéter para dilatar una arteria ocluida, alterando para siempre el papel del cardiólogo en el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares.
Pero el procedimiento mostraba una alta tasa de recurrencia en la obstrucción arterial.
Por eso, Palmaz empezó a idear una alternativa y lo logró.
Su stent coronario expandible con balón es uno de los inventos médicos más exitosos de los últimos 30 años. Se estima que 2 millones se implantan en los corazones de personas de todo el mundo cada año.
Palmaz nació en la ciudad de La Plata, Argentina, en 1945. Tras obtener su título de médico en 1971, se sintió atraído por la investigación médica.
"Estaba tratando de encontrar una orientación dentro de mi carrera. Descubrí la maquinaria de investigación estadounidense y pensé que era un sueño que a la gente se le pagara por investigar, lo que para mí era un privilegio", dice.
"La investigación no era posible en Argentina, así que sabía que si quería contribuir, si quería poner mi pie en el cemento fresco, por así decirlo, del conocimiento médico, tenía que ir a Estados Unidos".
Palmaz comenzó a trabajar en el departamento de radiología de un hospital en California.
Un año después, todo en su vida cambió.
"Desde que era residente de primer año en radiología, ya tenía la actitud de tratar de hacer algo, de buscar una oportunidad para dejar mi huella", relata.
La encontró en Nueva Orleans, cuando escuchó a Grüntzig en esa conferencia.
"Su presentación fue muy esclarecedora y fue muy honesto sobre las limitaciones de la angioplastia con balón. Eso suscitó que se me ocurriera la idea de un andamio implantable, lo que, esencialmente, fue el comienzo del stent".
La solución en el garaje
Hagamos una pausa para recordar lo básico.
La enfermedad coronaria es una enfermedad de las arterias coronarias que suministran oxígeno a las células del corazón.
Se bloquean con materiales grasos; con el flujo sanguíneo restringido, llega menos oxígeno al corazón, lo que puede provocar un ataque cardíaco.
Afortunadamente, existen opciones para ayudar a controlar la enfermedad coronaria.
En la década de 1960, la principal forma de hacerlo era con el baipás cardíaco, en el que se tomaba una vena de otra parte del cuerpo y se usaba para que la sangre saltee un bloqueo arterial y fluya hacia el corazón.
Era una operación grande e invasiva.
La angioplastia con balón, por su lado, es cuando -a través de un catéter- se guía cuidadosamente un pequeño globo a través de la arteria hasta la obstrucción y luego se infla para aumentar el flujo sanguíneo.
Ahora sí, volvamos a Palmaz.
En 1978, su idea era construir un andamio que pudiera colocarse en el globo y luego usarse para mantener la arteria abierta por más tiempo. Así que comenzó a investigar formas para lograrlo.
"Al principio estaba tratando de hacer prototipos muy simples en mi garaje, tratando de tejer alambre de cobre y un soldador alrededor de lápices. Pronto me cuenta de que tenía que estar entrelazado para poder tener algo de coherencia", cuenta.
"En ese momento, en mi casa había un poco de construcción y los obreros por casualidad habían dejado un listón de metal expandido con una estructura de aberturas escalonadas".
"Cuando lo vi pensé que quizás esa era la respuesta. Cerré la malla y los diamantes escalonados se convirtieron en ranuras escalonadas... y hallé la solución: esencialmente no usar una malla tejida de alambre, sino usar un tubo sólido con las ranuras escalonadas", rememora.
El diseño era justo lo que Palmaz buscaba: algo plegable que se mantuviera erguido una vez insertado y permaneciera rígido.
Del miedo al orgullo
Palmaz tenía su diseño, pero aún necesitaba una forma de hacerlo, así que se fue a trabajar al Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas en San Antonio, pues tenían una máquina específica que podía hacer la estructura que necesitaba.
Fue aquí donde colaboró con un cardiólogo del ejército de EE.UU., el doctor Richard Schatz, quien le presentó a un inversionista poco probable: Philip Romano, dueño de una cadena de comida rápida.
Su dinero le permitió a Palmaz intensificar sus esfuerzos para desarrollar el stent.
Pero la gran oportunidad para el equipo llegó cuando uno de los gigantes farmacéuticos se interesó en lo que estaban haciendo.
"Eso en sí mismo fue un milagro para mí. Estuve en el lugar correcto en el momento indicado", afirma.
"Mucha gente tenía ideas tremendas y nunca tuvo la oportunidad de obtener el interés o el respaldo de un gran patrocinador. Tuve una suerte tremenda de que se interesaran en el stent y decidieran invertir todos esos fondos en su desarrollo".
A fines de la década de 1980, Palmaz comenzó a probar su invento en ensayos clínicos en seres humanos en todo el mundo.
"Mi vida cambió de repente. Me convertí en un viajero que esencialmente iba por el mundo dando conferencias, entrenando a colaboradores, monitoreando los ensayos en cada lado y eventualmente publicando sus resultados", recuerda.
"Y quedé gratamente sorprendido con los resultados pues todo salió realmente excelente en ese sentido (...) En 1990 la FDA aprobó el stent para su uso en las arterias periféricas y se convirtió en el primer stent implantable aprobado para uso vascular en EE.UU.".
¿Cómo se siente ver que algo en lo que había invertido gran parte de su vida parecía tan prometedor?
"Ese punto sentí miedo y preocupación. Realmente no podía disfrutar de todo ese éxito, porque siempre tuve miedo de que se presentaran problemas a largo plazo", expresa.
"Hay ejemplos notables en la historia médica de personas que intentaron cosas y los problemas no aparecieron hasta años después".
A pesar de la precaución inicial de Palmaz, su invento ha tenido un gran éxito y ahora es uno de los tratamientos más comunes para pacientes con ataque cardíaco en todo el mundo.
"Al principio pensé que el stent iba a tener un uso limitado y que iba a ser una especie de aplicación de nicho. Nunca pensé que se convertiría en un recurso médico tan grande", comenta.
"Todavía me sorprende que tantos años después y todavía esté en uso. Definitivamente me siento muy orgulloso y muy contento".
"Además, me he convertido en una especie de mentor para que los jóvenes al menos intenten presentar sus ideas y persigan la actitud de innovar y encontrar cosas nuevas en las que realmente puedan dejar su huella", añade.
Julio Palmaz vive ahora en California, donde tiene su propio viñedo.
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