La tragedia... otra vez
Arturo Jofré [email protected] | Viernes 05 marzo, 2010


La tragedia... otra vez
La tragedia individual y colectiva es parte inherente a la vida. Así como la guerra es la peor tragedia inventada y modelada por el hombre; los terremotos, inundaciones, huracanes, epidemias y tsunamis son de las peores maldiciones que nos lanza la naturaleza. Hace un tiempo vivimos los fuertes sismos de Cinchona, que provocaron tanto daño y dolor. Todavía estaban frescas las escenas de destrucción y muerte que llegaban desde Haití, cuando rápidamente son reemplazadas por los cuadros de la tragedia en Chile. Esto ocurrió muy lejos, donde se acaba el continente, pero para muchos, como en mi caso, está cercano.
De pronto veo en la pantalla del televisor un balneario destruido por el brutal terremoto y barrido después por un tsunami. Es un balneario cercano a Concepción, en el sur de Chile, donde íbamos a pasar las vacaciones de febrero cuando niños. Entonces era una extensa playa, rodeada por pequeños cerros donde se ubicaban casas y hotelitos. Hace tres meses, después de más de 40 años, regresé a Dichato y observé que ya era una ciudad balneario. Almorzamos en el popular Tío Agustín, uno de los restaurantes que forman una cadena frente a la playa. Es difícil imaginarse que todo eso ya no existe. Dichato se multiplica con distintos nombres, en lugares diferentes, en que el único común denominador es la destrucción, el dolor y la impotencia.
Cuando hace décadas ocurrió el terremoto que se cataloga como el más fuerte registrado a nivel mundial, vivíamos con mis padres en Santiago y recuerdo esos duros momentos. Entonces lo peor ocurrió en Valdivia, una bella ciudad que fue brutalmente azotada por el terremoto y poco después inundada por las aguas de un enorme lago situado en sus alturas, barriendo con la mitad de la ciudad, incluyendo la casa de mi abuela.
La adversidad es algo relativamente frecuente en Chile y solo recuerdo escenas de gran solidaridad y entrega, muy lejanas a ciertos actos delincuenciales provocados por algunas turbas. Para colmo, en la ciudad de Chillán, situada cerca de Concepción, centenares de reos aprovecharon el terremoto para huir y aterrorizar a la población. Cuando observé todo esto, no pude evitar que se viniera a mi mente el “Ensayo de la ceguera” de Saramago, pero pronto reaccioné y comprendí que estos casos aislados no hacen sombra a la actitud solidaria que siempre la población ha externado ante las tragedias. Volviendo a Saramago, la mayoría de la gente en Chile ha asumido “la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron”.
Las regiones afectadas van a resurgir una vez más desde las ruinas y eso implicará un enorme esfuerzo, no hay alternativa, solo lecciones que aprender. Para cientos de miles la tarea será especialmente difícil porque la vida ya nunca será la misma, es la parte más dolorosa de una tragedia.
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