Más allá de la represión
Arnoldo Mora [email protected] | Martes 15 enero, 2008

Arnoldo Mora

Lo anterior ha obligado al gobierno a cambiar de casete que, hasta ahora, había sido obsesivamente centralizado en torno a la aprobación del TLC y a las leyes paralelas. Esta obsesión del régimen les está costando caro, pues el pueblo da evidentes muestras de impaciencia e indignación ante la poca voluntad mostrada hasta no hace mucho frente al fenómeno de una incontrolada violencia, que el propio gobierno reconoce se le ha ido de las manos.
Ahora en Zapote se han visto obligados a tomar medidas de emergencia. Y como todas las medidas de esta naturaleza, se corre el riesgo de ser impactantes en sus efectos inmediatos, pero de dudosa efectividad a más largo plazo.
La violencia es un fenómeno complejo; no es una causa sino un efecto que tiene múltiples causas. Puede ser asumida desde sus efectos, pero debe serlo igualmente desde sus causas. Asumirla desde el primer punto de vista, es lo que hace ahora el gobierno y que consiste en responder a la violencia delincuencial con otra violencia, la legal, según el principio ético y jurídico de legítima defensa y que asigna al Estado como razón primaria de ser la salvaguarda de la paz.
Lo anterior lleva a adoptar políticas que tienen como objetivo castigar al delincuente. Para eso se requieren leyes más severas que las actuales que respondían a una realidad que, por desgracia, ya no existe pues suponen una Costa Rica que dejó de existir hace ya un par de décadas. Para aplicar estas nuevas normas legales se necesita un personal más numeroso y capacitado, dotado de recursos legales, económicos y técnicos adecuados.
Mas esto no basta, pues con esas medidas se trata tan solo de castigar el delito, pero no de prevenirlo. Las medidas policiacas son de carácter represivo y tienen como finalidad combatir la impunidad pero suponen la existencia del delito. Por eso se requieren otras políticas conducentes a la prevención; lo cual solo se logra mediante la participación directa de todos los sectores de la población tendientes a fomentar la solidaridad y a cultivar aquellos valores que hacen factible una convivencia social digna de ser considerada humana.
Para lograr este objetivo supremo, es indispensable impulsar políticas para fomentar las condiciones que hagan realidad las exigencias de la justicia social y el fomento de las artes, el deporte, el amor al estudio y al trabajo cultivados con una inquebrantable disciplina personal.
Para ello debemos contribuir todos los sectores de la población y no solo el gobierno; en especial, las organizaciones de la sociedad civil, las iglesias y los medios de comunicación.
Hay que ir más allá de la toma de medidas frente a una emergencia, pues se trata de impulsar una cruzada que busca el retorno a los valores fundamentales sin los cuales nuestro país dejaría de ser la Patria de todos. Si a inicios de año tenemos la costumbre de hacer propósitos, este debe serlo no solo para un año, sino para todo un siglo.
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