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¡Quiero ser embajadora!

Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 16 junio, 2008


¡Quiero ser embajadora!

Claudia Barrionuevo

Si en su primer gobierno don Oscar Arias nos distinguió con un canciller como Rodrigo Madrigal Nieto, esta vez no se quedó atrás al nombrar a Bruno Stagno.
Diplomáticos de carrera y no partidarios de Liberación Nacional, don Rodrigo —que tenía más de 60 años cuando fue Ministro— siempre se destacó por su elegancia y atractivo hasta sus últimos días y el joven Stagno —menor de 40 años— parece un modelo de revista italiana
Si el primero con su capacidad de negociador jugó un papel fundamental en la pacificación de la Centroamérica de finales de los años 80, don Bruno ha sido el impulsador de la profesionalización del servicio exterior en los inicios de este nuevo siglo.
Más allá de la apertura de relaciones con la China continental y el traslado de la embajada de Israel a Tel Aviv, el actual Canciller ha intentado que nuestros representantes diplomáticos respondan más a su capacidad de gestión diplomática y menos a premios por su participación económica o práctica durante la campaña política. Sin embargo aparentemente aún no tenemos tantos profesionales como para cumplir con todas las sedes diplomáticas y debemos rellenar con otras opciones algunos campos. Ni modo: esa es la realidad nacional.
He tenido muchos amigos y conocidos que siendo cercanos al partido gobernante han tenido la suerte de ser nombrados en puestos diplomáticos en el extranjero y no lo han hecho mal.
A mí también me gustaría y claro que sueño —es un sueño— con ser nombrada en cualquier cargo en algún país entre los cuales —por supuesto— está Argentina. Si me nombraran en Uruguay o en Portugal no me quejaría.
¡Vamos, Claudia, no seas ilusa! Si no pertenecés al partido gobernante, es más si has escrito en contra de ese gobierno, peor —aunque no es tu caso— si has sido el candidato de un partido opositor al gobierno actual ¿por qué te nombrarían en un puesto diplomático? Y si te nombraran, ¿cómo y por qué aceptarías ser la representante de un gobierno con el que no comulgás? La tentación es grande, lo sé: ¡vivir en el extranjero con un buen salario!
Sigamos soñando. Imaginemos que doña Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina, le quitara el aval diplomático a una señora tan distinguida como Maritza Castro (actual embajadora de Costa Rica) y que al gobierno de nuestro país le costara conseguir a alguien que fuera aceptado por la Casa Rosada. Don Oscar y don Bruno deberán encontrar el candidato idóneo para ocupar ese puesto. No los criticaré si me proponen: su obligación es encontrar a alguien que reciba el beneplácito del país al que envían a su representante.
Ya sé lo que podría argumentar: no trabajo para Liberación Nacional. Trabajo para el Gobierno de la República. El Gobierno de la República lo pagan todos los costarricenses. Si quieren pagar por mi estoy más que satisfecha.
Mejor me bajo de esa nube: cada vez que mis sueños se desaten en deseos diplomáticos los voy a amarrar con las cuerdas gruesas de la realidad y la consecuencia.

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