Un acto que cambió a Costa Rica
Arturo Jofré [email protected] | Viernes 09 abril, 2010


Un acto que cambió a Costa Rica
Hubo un hecho que cambió profundamente a la sociedad costarricense y, como toda gran obra, tiene nombres y apellidos. La Costa Rica de entonces era pobre, su población era apenas de 500 mil habitantes, solo 26 mil niños ingresaban a la escuela básica, pero el 90% desertaba antes de concluirla y solo el 1% lograba terminar los estudios de enseñanza media.
Unas pocas familias podían darse el lujo de financiar o lograr un beca para que sus hijos lograran un título universitario en el exterior. Eso ocurría hace apenas 70 años, por nuestras calles caminan muchos testigos de esa realidad.
Una imagen de un periódico de la época muestra a un joven despreocupado, escuchando música y fumando. Su padre exclama horrorizado: ¡Universidad! Más bachilleres, más intelectuales, menos gente trabajando… mejor sería enseñarles a sembrar chayotes… ¡Siquiera tendríamos qué comer! Don Demetrio sufría y en sus memorias (les dio otro título) escribía su desazón, porque él sabía que una gráfica cómica podía hacer más daño que una sesuda opinión. Pero las opiniones “sesudas” también abundaron: varios ex presidentes de la república e intelectuales destacados se enfrentaron a la idea de una universidad en Costa Rica o “apoyaron” el proyecto para cuando hubiera dinero… Ya ese truco había dado buenos resultados antes y don Demetrio lo sabía, era una forma elegante de matar la idea. Un país pobre no podía darse el lujo de una universidad.
Don Demetrio no estaba solo, hubo intelectuales destacados que venían luchando en torno a esta idea, pero quien hizo posible que este proyecto se transformara en una realidad fue el presidente Calderón Guardia, quien con su característica visión nunca dudó en crear la universidad.
Hace 18 años don Demetrio escribió día a día el proceso que permitió la creación de la Universidad de Costa Rica; es un diario de vida en que se mezcla algo de la política, los inicios de la Segunda Guerra Mundial y los difíciles caminos que tuvo que andar.
El 7 de enero de 1941 iniciaba sus lecciones la Universidad con un impresionante desfile de estudiantes de colegios del país. Costa Rica iniciaba una etapa que lo marcaría profundamente. Don Demetrio, autor del proyecto, envía una carta de reconocimiento al profesor Luis Galdames, jefe de la misión pedagógica chilena que años antes había sembrado la semilla, como acto de gratitud muy propio de él.
Hace unos días leo una micronoticia: la Asamblea Legislativa ha declarado a don Demetrio Tinoco como Benemérito. Me alegré al saberlo, sobre todo porque los homenajes que ha recibido don Demetrio en el ámbito universitario han sido tímidos. Siempre me imaginé las figuras en bronce imponentes del doctor Calderón Guardia y de su ministro de Educación Demetrio Tinoco, recibiendo sin enanismos a los estudiantes universitarios de la casa que crearon, para que así reciban la mejor lección de lo que es la visión de un estadista. A veces el bronce, cuando encierra justicia, da lecciones perennes.
Arturo Jofré
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