Una reforma de cuidado
Natalia Díaz [email protected] | Jueves 20 diciembre, 2018

Recientemente la Asamblea Legislativa aprobó una moción para darle vía rápida de aprobación a unas reformas al Reglamento Legislativo, que pretenden producir leyes con mayor celeridad y menos discusión.
Uno de los principales problemas que experimenta el país es la sobre regulación, exceso de normativa, a la que nos han expuesto los diputados, quienes creen que ser “eficientes” es sinónimo de crear y crear leyes. La situación es aún más grave cuando esta nueva legislación requiere contenido presupuestario para cumplir con su objetivo y este no está bien definido. Esto es, se generan leyes que afectan las finanzas públicas y provocan mayor déficit fiscal.
Los legisladores y los medios de comunicación deben tener claro que un diputado eficiente no es el que propone más leyes, ni tampoco el menos eficiente es aquel que propone menos. Tenemos que profundizar en la discusión de la dinámica de la calidad y no de la cantidad. Por otro lado, basados en nuestra realidad económica, tampoco es de recibo crear leyes sin que se defina la nueva fuente de ingresos para poder implementarlas.
No olvidemos que otra función de los diputados, y no menos significativa, es la de “control político”, y para ello el legislador debe estudiar, investigar, reunirse y sacar conclusiones propias. Esta responsabilidad, otorgada por el pueblo, es igual o más importante que legislar. Por tal razón, la modificación del reglamento de la Asamblea Legislativa no puede ser simplemente una mordaza para los diputados ni tampoco un titular bonito de retórica parlamentaria.
La reducción de los tiempos en el uso de la palabra, en la presentación de mociones, en los plazos de votación y en el número de diputados requeridos para tramitar atropelladamente proyectos de ley, puede ser música que deleite los oídos de algunos, pero acarrea el riesgo de conformar megabloques sin mayor análisis, discusión reposada y meditación de la trascendencia de los proyectos en trámite.
La importancia de que los proyectos sean suficientemente discutidos y que permita a los diputados realizar su trabajo con responsabilidad, sin que se violente el “derecho de enmienda” del legislador, debe continuar siendo el pilar fundamental en el seno mismo del Parlamento.
Debemos ser muy cautos en la aprobación acelerada e inconsulta de todo proyecto de ley. A propósito de la promulgación masiva de normas, viene a mi mente la frase que dice que cada vez que aprobamos una ley cercenamos una libertad.
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