Universidades en pugna
Arturo Jofré [email protected] | Viernes 07 marzo, 2008

Arturo Jofré

En la polémica tradicional hay una tendencia a atacar, a veces a defenderse, pero pocas veces a tender puentes y a preocuparse de la propia agenda. Esto lleva a enfatizar en las cosas negativas, sea de las universidades públicas o de las privadas. Por eso, lo primero que hay que poner sobre la mesa es el aporte que la educación superior pública y privada da a nuestra sociedad.
Costa Rica no sería lo que es sin el extraordinario aporte de las universidades públicas. Nuestra sociedad fue estructurándose gracias a la movilidad social que provocaron estas universidades: hijos de peones, de amas de casa, de cogedores de café, se transformaron en ingenieros, médicos, profesores. Y la vida les cambió para siempre. Las universidades públicas incentivaron a miles de profesionales para que obtuvieran postgrados en el exterior y se sumaran al contingente de líderes, médicos, economistas, educadores, que ha hecho destacar a Costa Rica entre muchas naciones.
En el otro lado del río, la universidad privada ha sido determinante para absorber a más de la mitad de la población universitaria, lo que le permite al país un ahorro de ¢150 mil millones por año, cifra que haría temblar a cualquier Ministro de Hacienda (se tomó la cifra de 2007). Las universidades privadas han dado la oportunidad de estudios superiores a cientos de miles de jóvenes, lo que ha provocado en ellos y sus familias el mismo fenómeno de movilidad social que iniciaron las públicas. Se equivocan los que creen que en las universidades privadas estudia solo gente de dinero.
El fantasma de la cesantía de profesionales, el cual se empezó a gestar hace 30 años en nuestro país, nunca se ha transformado en una crisis de larga duración. Sin embargo, siempre en la polémica surge este fantasma:
antes para evitar la duplicación de carreras en las públicas, después para mortificar a las privadas. Por el contrario, gracias a la disponibilidad de profesionales calificados es que Costa Rica se ha transformado en un gran captador de empresas internacionales que ofrecen empleo de calidad y bien remunerado. Como me indicaba la semana pasada un ejecutivo regional de una corporación: a Costa Rica las empresas no vienen porque les agradan sus deficientes carreteras, puertos o aeropuertos, sino porque tiene gente calificada.
Por otra parte, no hay duda de que hay una agenda pendiente tanto en las universidades públicas como en las privadas, pero casualmente en esa agenda nada tiene que hacer una pugna entre ellas. El desafío para ambas es mucho más complicado. Espero nadar en esas aguas en una próxima columna.
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