Salvemos la campaña política
Arturo Jofré [email protected] | Viernes 15 enero, 2010


Salvemos la campaña política
La campaña presidencial se ha centrado en un torneo competitivo en que dominan los estrategas publicitarios, especialmente orientados a lo llamativo, a lo que hace ruido, o al mensaje tradicional sin sabor a nada. Y en ese aspecto los más agresivos han logrado parte de su propósito: llegar a la gente, todo el mundo habla de los avisos publicitarios, para bien o para mal. Niños, jóvenes, adultos opinan, se ríen, se encolerizan, sobre el ritmo que ha tomado la campaña. Lo que todavía no se sabe es si este tipo de publicidad dará frutos.
Pero también es cierto que a pocos les interesan los programas sesudos de gobierno que presentan los candidatos, porque han perdido la credibilidad esos documentos de archivo. Los programas se formulan más para cumplir con un protocolo que para atraer gente hacia el redil. Los programas se hacen más para acallar las voces de los que reclaman para no leerlos, que para orientar un futuro gobierno.
Aquí está faltando algo más importante que los programas de gobierno y la publicidad dominada por publicistas, actores y estrategas a los que el tiempo acosa. Me refiero a los debates, especialmente los transmitidos por televisión. Los debates fueron los que movieron a Costa Rica para esa gran consulta sobre el TLC. Nunca se vio a tanta gente de todas las edades opinando, lo hacían en colegios, universidades, en buses, en la calle. Nunca en América Latina un pueblo se había instruido tanto de un tema aparentemente de expertos como ocurrió en Costa Rica. Los debates fueron la tarima mágica que llegó a cada rincón del país.
¿Y qué ha pasado ahora con los debates? A nadie escucho hablar de la necesidad de ellos. Los debates, gracias a la TV, nos muestran al candidato en sus gestos, en sus sonrisas sarcásticas, en sus provocaciones, en su rostro frío cuando ofrece cosas imposibles, en su capacidad para responder a asuntos calientes.... Los debates nos permiten comparar, nos permiten conocer desde diversos ángulos a quienes aspiran al poder, nos permiten verlos sin papel de regalo. Desde ese famoso debate entre Kennedy y Nixon, que para muchos definió la elección, la TV fue y es la que lleva la delantera en las campañas políticas en el mundo moderno.
Los candidatos andan en pueblos y en casas tocando puertas, está bien, pero ya no son los tiempos de don Pepe, de Calderón Guardia… hoy la TV es la forma de tocar todas las puertas y en un par de horas llegar a decenas de miles de hogares y mostrar quién es quién.
¿Por qué los aspirantes participaron en tantos debates en la precampaña de sus partidos, y ahora tanto silencio? Esto en nada ayuda al proceso electoral. Necesitamos que despierten los canales de TV, que los candidatos exijan su presencia en el redondel. No se repetirá el entusiasmo que produjo el TLC, pero tendremos algo más valioso que lo que estamos viendo y les daremos un empujoncito a los indecisos para que salgan de su indiferencia. Por ahora, mucho ruido y pocas nueces.
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